En los últimos años, los medios de comunicación dominicanos —tanto tradicionales como digitales— han caído en una peligrosa costumbre: alimentar a la audiencia con una dieta diaria de violencia. Asesinatos, feminicidios, abusos y tragedias familiares ocupan los titulares con una frecuencia que ya no conmueve, sino que anestesia.
El Colegio Dominicano de Periodistas, filial Distrito Nacional (CDP-DN), ha levantado la voz para advertir sobre este fenómeno. Y con razón. Informar no es lo mismo que amplificar el dolor. Convertir la tragedia humana en espectáculo puede atraer clics, pero aleja al periodismo de su esencia: servir a la verdad y a la sociedad.
Hay una línea muy delgada entre informar y explotar. Cuando los medios publican imágenes sangrientas o detalles escabrosos sin propósito informativo, lo que están haciendo no es periodismo; es mercadeo del sufrimiento.
Cada fotografía innecesaria, cada titular sensacionalista, cada video de una víctima en su peor momento deja una herida no solo en las familias afectadas, sino también en la credibilidad del oficio periodístico.
El sensacionalismo desensibiliza. Nos acostumbra al horror hasta que la violencia se vuelve paisaje. Y cuando una sociedad se acostumbra al dolor ajeno, pierde parte de su humanidad.
Informar con ética no significa ocultar la verdad, sino darle contexto, respeto y propósito. Es posible reportar un feminicidio sin revictimizar. Es posible narrar un crimen sin apelar al morbo. Y es necesario hacerlo si aspiramos a un periodismo que eduque y transforme.
Los periodistas tenemos el deber de cuestionar no solo el poder político o económico, sino también las prácticas de nuestra propia industria. No todo lo que genera audiencia construye ciudadanía.
El llamado del CDP-DN es, en esencia, una invitación a mirar hacia adentro. A recordar que el periodismo, antes que un negocio, es un servicio público.
Y que el respeto a la dignidad humana debe pesar más que cualquier métrica de tráfico o tendencia en redes sociales.
El morbo podrá vender, pero no construye.
El periodismo ético, sí.
Por Wilder Páez
Secretario general del CDP-DN

